Nunca
me había parado a pensar ni a reflexionar sobre mi relación con la literatura
desde el momento que tuve mi primer “contacto” con un libro, por lo que me
parece una práctica bastante interesante para que uno pare y reflexione cómo ha
sido ese camino.
Desde
que era pequeña en mi casa siempre ha estado muy presente la lectura. Todas las
noches antes de dormirme, mi madre siempre nos leía un cuento a mi hermana y a
mí, pero en el momento que mi hermana aprendió a leer ella sola, el libro lo
leía ella y eso hizo que despertara mis ganas por aprender a leer yo también y
ser capaz de leer un libro sola como hacía mi hermana.
Recuerdo
perfectamente los primeros libros que me regalaron, El sapito vegetariano y La
noche de reyes, ambos de la misma colección. Eran libros cortos con más dibujos
que texto y tenían cierta rima que hacía que los recodase con mayor facilidad, y
de hecho aún sigo recordando el cuento entero de El sapito vegetariano.
La
etapa de primaria fue bastante buena respecto a la lectura. En varios cursos, el
profesor elegía una colección de cuentos y cada alumno nos comprábamos uno
diferente, con el propósito de luego intercambiárlos con el resto de
compañeros y así poder leer muchos diferentes. Yo recuerdo que uno de los que
compré fue La princesa Luna y el príncipe sol, de la colección ChiquiCuentos, de
la editorial Bruño.
También,
a lo largo de la etapa de primaria he tenido muy presente la novela del
Quijote, por la estrecha relación que hay entre mi pueblo y la obra. Por ello,
en el colegio hemos trabajado mucho con adaptaciones sobre el quijote, o
incluso llegando a leer en sexto de primaria algunos capítulos de la obra
original.
En
secundaria la cosa cambió, las lecturas no eran las que me interesaban y el
hecho leer obligatoriamente esos libros hizo que desarrollara cierto rechazo
hacia los libros, pues leer ya no era divertido para mí. Algunos de los libros
fueron: Cuando Hitler robo el conejo rosa, el relato de un naufrago, la piel
fría, la zapatera prodigiosa, entre otros.
Pero
en 3º E.S.O, la lectura obligatoria del príncipe de la niebla, de Carlos Ruíz
Zafón, hizo que retomara ese afán por la lectura, que me divirtiera leyendo y
que las horas pasaran tan deprisa que ni me daba cuenta. Ese sabor a poco
cuando terminabas un libro, había vuelto a saber lo que era. Me di cuenta que
el género de libro que me gustaba era de misterio, de intriga, que no podía parar
de leer porque necesitaba saber cómo iba terminar esa historia. A
partir de ahí empecé a interesarme también por los libros de este autor, por
ejemplo Marina, La sombra del viento, El palacio de medianoche, etc.
A
pesar de creer que el género de misterio era el que más me gustaba, en 4º ESO
con la lectura del clásico de romeo y Julieta, descubrí que seguía
entreteniéndome el género romántico. Aquellas
historias bonitas aún seguían interesándome y haciendo que me sumergiese en la
historia, pues todos hemos soñado con historias bonitas de amor y sobre todo en
la etapa de la adolescencia. Años más tarde leí el libro de Emily brönte, Cumbres
borrascosas, un libro que me encantó y que a pesar de ser un tanto largo me lo
leí en nada de tiempo, además consiguió volver a sumergirme en una trama amorosa
típica de las novela de románticas, donde el amor puede llegar a matar.
Una
vez finalizado el instituto, con el comienzo de la universidad, dejé un poco de
lado la lectura y leía de manera esporádica algún libro recomendado por alguna
amiga o por mi hermana, pero siempre que fuese algún libro de los géneros
comentados anteriormente. A día de hoy, debido a la gran expansión de las
nuevas tecnologías, he cambiado el libro por un ebook, y he retomado de nuevo
la lectura, aunque no le dedico el tiempo que realmente me gustaría.
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